Dicen que los sueños están creados para cumplirse, ¿da fe de ello?
Por supuesto. Yo lo he hecho, he cumplido mi sueño y lo he logrado con 20 años. Ahora después de conseguir la medalla de plata en Pekín se han abierto nuevos horizontes, más sueños.
¿Entre ellos figura Londres 2012?
Claro. Ahora mismo no lo pienso en firme porque acabo de llegar de Pekín y quiero descansar. Pero Londres es el gran objetivo y mirando hacia adelante también pienso en los Juegos del 2016, entonces tendré 28 años. En tenis de mesa la retirada suele rondar los 30 años, por lo que ahí todavía quedará Jorge para rato.
Hablar de Pekín es entrar en un mundo nuevo. Así que lo haremos poco a poco, empezando por la llegada.
Es un sitio que no dejó de sorprenderme. Cuando llegamos al aeropuerto pensé que me perdería, todo tan grande, pero era imposible, los voluntarios ya estaban allí. No te dejaban ni a sol ni a sombra, te llevaban las maletas, te atendían en todo momento, pero eso sólo fue el principio...
La Villa Olímpica fue su segunda parada. Un lugar del que todos los deportistas hablan maravillas.
No es para menos. Es un sitio genial, conoces a muchísima gente y el ambiente es increíble. Tengo fotos con todos los jugadores de tenis de mesa que estuvieron en los Juegos y además tuve ocasión de conocer a muchos deportistas que ahora se han convertido en amigos.
La Villa, los voluntarios, los compañeros, ¿pero qué hay del inmenso pabellón que les esperaba siempre lleno hasta la bandera?
Eso fue otra historia. El primer día que entré allí me sentí pequeño. Estoy acostumbrado a que me vea poca gente jugar, porque ya sabemos todos que el tenis de mesa no es un deporte de masas, pero cuando entré allí mi concepto cambió. Había 8.000 personas abarrotando el pabellón y animando en cada punto. Era algo que nunca me había pasado y que me costó sumar más nervios a los que ya llevaba de casa.
¿Pasaron factura esos nervios en su primer partido?
Lo fueron todo. Tenía muchas ganas, pero me pudieron los nervios, no me encontraba cómodo y me costó adaptarme a ese nuevo ambiente. De todas formas estoy contento, no con el primer partido, pero sí con el resto.
¿Y qué hizo con los nervios en dobles?
La verdad es que no estoy seguro, desaparecieron de repente y me encontré mejor. Sabía que no toda la responsabilidad recaía sobre mí y me agarré a esa situación. Salió bien y comencé a jugar como siempre o como nunca, según se mire. Sabía que me llevaría una medalla de Pekín.
¿Superar a los deportistas chinos era demasiado pedir?
Sí, sí, sí. Demostraron que son los mejores, eran insuperables, había que intentarlo, pero nuestro premio ya estaba sobre la mesa, teníamos la plata.
¿Qué sintió cuando le colgaron la medalla de plata en el cuello?
Y entonces llegaron los flashes y las felicitaciones...
Y las fans (risas). Me regalaron pulseras, lazos hechos a mano y muchos más regalos. Me conocían por la calle e incluso una voluntaria me pidió que me casara con ella. Parecíamos auténticas estrellas de rock. Nunca antes había firmado tantos autógrafos.
Un mes de ensueño y vuelta a la realidad. Desde el sábado está en Zaragoza y no ha parado.
Todavía sufro el `jet lag´, pero intento estar activo. Tenía ganas de volver y ver a la gente, enseñar la medalla a mi familia y a mi novia, a los que les he dedicado la plata. Además se echan de menos muchas cosas. Por ejemplo la cerveza, no bebo mucho alcohol, pero reconozco que probé dos en China y no hay color. Cuando abrí una Ambar sabía que estaba en casa (risas).
Fuente: diarioequipo